El 13 de noviembre de 1845 nace Marta de los Ángeles Abreu Arencibia en la ciudad de Santa Clara. Allí disfrutaron Marta, sus hermanas y sus padres una vida placida hasta que un día llegan noticias a Santa Clara del alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes y sus seguidores. Al año siguiente la insurrección se había ya extendido a Camagüey, y en la finca Dos Hermanas, propiedad de los Abreu, el padre de Marta declara hombres libres a todos los esclavos que se sumen a la guerra. Desde entonces, Marta se une a la causa de la libertad de Cuba y está al tanto de todos los acontecimientos. Viendo que la situación empeoraba y que sería un largo camino, el padre de Marta empieza a planificar el traslado de la familia para La Habana y adquiere la casa número 72 del Paseo del Prado. Realiza una fiesta de inauguración a la que asiste el licenciado Luis Estévez Romero, abogado matancero que tiene su bufete en La Habana. Es allí en aquella fiesta cuando Estévez conoce a Marta y se siente atraído por ella. La comienza a visitar y Marta encuentra en Estévez el compañero que ansía. En 1874 Marta y Luis contraen matrimonio y a los 12 meses les nace Pedro, el hijo fruto de su amor. Luego tendrían una niña que fallecería pocos días después de nacer.
Casa natal de Marta Abreu en Santa Clara
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Cuando en 1876 fallece el padre de las Abreu y meses más tarde fallece la madre, la fortuna es distribuida entre las tres hermanas lo que facilita a que Marta pueda llevar a cabo la labor social, educativa y cultural que siempre ha deseado para su provincia. Establece escuelas, un asilo para ancianos, una planta eléctrica, la estación de bomberos y policía, un dispensario para enfermos pobres, y muchas otras obras sociales. El 8 de septiembre de 1885, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Marta obsequia a Santa Clara con la institución cultural más importante de ese siglo en aquella ciudad: el teatro La Caridad. Los fondos provenientes de las funciones que se llevaban a cabo en el teatro eran utilizados a partes iguales entre las diferentes obras benéficas que Marta había instituido.
En 1894 el ayuntamiento de Santa Clara presenta una moción para que se le conceda a Marta Abreu un título de Castilla con la denominación de condesa de Villaclara, pero Marta se opone a esta distinción. No accede por su modestia y por su patriotismo. Marta no quiere ser condesa de Castilla; ella es cubana cien por cien y sólo quiere ser benefactora de Santa Clara sin que España tenga nada que ver en eso.
La Guerra de Independencia
“Mi última peseta es para la Revolución,
y si hace falta más y se me acaba mi dinero,
venderé mis propiedades […] y si eso todo
fuese poco, nos iríamos nosotros a pedir
limosna […], porque lo haríamos por la
libertad de Cuba”. Marta Abreu
Al estallar la Guerra de Independencia, Marta y Luis se exilian a París. Para allá también se ha ido parte de la crema y nata de la sociedad cubana de la época: los azucareros, los cafetaleros, los hacendados y terratenientes. En las tertulias parisinas Marta conversa con las personalidades que impulsan esta guerra desde el exterior y pide el apoyo de la aristocracia cubana. Envía cables a Estrada Palma con el seudónimo de “Ignacio Agramonte” para que se mantenga su nombre en el anonimato. Está al día sobre los progresos de la guerra y hace donaciones sin que se sepa que es ella la benefactora. Indaga sobre cuánto costaría alistar a un ejército, y sin pensarlo dos veces envía la cantidad 240,000 pesos, cuantiosa suma para aquella época y que hoy significaría millones de dólares. Se reúne con el líder puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, con el hijo de Carlos Manuel de Céspedes quienes residen también en la capital francesa. También habla con Figarola-Caneda, Mestre Amábile, los Terry y otros más. Se preocupa por dar a conocer su país a los franceses, y logra establecer en la Sorbona una sala dedicada a la cultura cubana.
Marta también envía dinero para socorrer a los cubanos confinados en Ceuta, Chafarinas, Fernando Poo y otras prisiones de la Península. Hace obras de caridad, como cuando ayuda a la poeta Mercedes Matamoros a publicar sus obras para que esta pueda sostenerse económicamente con el dinero de la venta de los libros. Apoya a la patriota Manuela Cancino quien había quedado viuda con una niña al terminar la guerra, y Manuela agradecida le escribe un poema del que reproducimos unos versos: “¡Villaclara feliz, tierra dichosa! / Mi corazón el parabién te envía, / nació en tu seno la mujer hermosa/ orgullo noble de la patria mía”.
Al concluir la guerra, los esposos Estévez regresan a Cuba libre. Aunque sólo unos pocos saben de su llegada, pronto empieza a correr la noticia del arribo del matrimonio y Santa Clara se engalana para recibirlos con honores y agasajos. Marta desea continuar la tarea inacabada antes de su partida a París, así como la que demanda que la ciudad requiere por los estragos producidos por la guerra. Tiene que reconstruir y fabricar; ayudar a los huérfanos; aliviar a las viudas y a los pobres. También debe proseguir con su labor filantrópica y patriótica porque ella dice que hay que despertar en el cubano su amor por las artes y la cultura.
Primera bandera cubana izada
en el Teatro la Caridad de Santa Clara,
que había mandado a construir Marta,
y que ondeó el 31 de diciembre de 1898.
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Pero el matrimonio no podría disfrutar mucho de Santa Clara ya que el Dr. Estévez es nombrado para desempeñar el cargo de secretario de Justicia bajo la Administración norteamericana de ocupación por lo que tendrán que trasladarse para La Habana. Marta desea estar en su ciudad querida, pero se ve en una disyuntiva. Sin embargo, no vacila, pues su corazón y su patriotismo la llevan a la resignación y supedita sus deseos por los del servicio a la patria. Después vendría otra prueba. Dice el etnólogo y periodista Fernando Ortiz que, “A propósito de la designación de candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la República, el nombre de Luis Estévez y Romero se balanceó en la cresta de la ola”. Marta estaba nuevamente en el umbral, siempre dispuesta a subordinarlo todo por la necesidad histórica. Estévez aceptaría la designación para la vicepresidencia de la República junto con Tomás Estrada Palma como presidente por lo que los sueños de Marta tendrían que aguardar una vez más.
En 1905 Estévez renuncia a la vicepresidencia y el matrimonio se retira a su hogar en Cruces. Parece que por fin ha llegado la hora de que Marta pueda satisfacer sus aspiraciones. En la tranquilidad y la paz del hogar Marta vuelve a dedicarse, incansable, a sus tareas habituales: la casa, la cultura, la beneficencia.
Adiós a Cuba
Pocos años más tarde Marta y Luis emprendían viaje a Europa. Los motivos no constan en ninguna parte, y no hay certeza ni autenticidad de las razones que los hizo dejar Cuba. En Francia no cesa de recibir cartas de Santa Clara con pedidos y relatos de desgracias. “Estoy pasando mesadas a varias familias que se han quedado en la calle, y pagando colegios a niñas que me han recomendado y a otras que han quedado desamparadas”, dice Marta en una carta.
Pero la patriota tiene problemas de salud. En los últimos días de diciembre del 1908 es sometida a una cirugía, y debido a complicaciones, muere el 2 de enero de 1909. A Santa Clara llegan las noticias de su deceso y es tanta la devoción que tiene su pueblo por ella, que se declara duelo nacional por nueve días y los edificios públicos se visten de cortinas negras. Más de 100 periódicos reseñan el suceso. Los funerales se llevan a cabo el 4 de enero en la iglesia de San Felipe de París y ese mismo día la entierran en el cementerio de Montmartre.
Luis Estévez queda totalmente desconsolado. Su compañera de 35 años lo ha dejado solo y triste; ha sido un gran golpe. Ni los nietos, ni el hijo, ni los cuñados logran hacerlo salir de su profunda depresión. Al mes y dos días después del fallecimiento de Marta, Luis Estévez Romero se quita la vida. Triste y trágico final para una pareja que tanto sacrificó y luchó por una Cuba mejor. Años más tarde, el 20 de febrero de 1920, los restos de Marta y de Luis fueron exhumados y trasladados a La Habana en el vapor Flandes para ser sepultados en el panteón de la familia Abreu-Arencibia en el Cementerio de Colón.
Pudiendo haber vivido cómoda y tranquilamente en Francia al margen de lo que pasaba en su país, o disfrutando de su hogar en la amada Santa Clara, Marta, sin embargo, decidió sacrificar parte de su comodidad y ofrecer una porción considerable de sus cofres en beneficio de la patria. Supeditó sus deseos a la necesidad que Cuba tenía entonces. Sus contribuciones a la vida civil fueron vistas por todos como un compromiso público que contribuyó a la causa de la democracia de la nueva nación. Su cubanía, su bondad y su grandeza de espíritu hicieron que se ganara el título de ‘La Gran Benefactora’.
Monumento en bronce
a la patriota Marta Abreu Arencibia,
en el Parque Vidal de Santa Clara.
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A Marta Abreu hacemos hoy homenaje en el 115 aniversario de su fallecimiento, agradecidos por su entrega y su dedicación a Cuba y a su amada Santa Clara. Descanse en paz la Gran Benefactora.
El legado de Marta Abreu Arencibia
◼ El Teatro La Caridad (8 de septiembre de 1885).
◼ Colegio San Pedro Nolasco (31 de enero de 1882).
◼ Asilo de Ancianos San Pedro y Santa Rosalía.
◼ Obelisco dedicado a los sacerdotes Juan Martín de Concedo y Francisco Antonio Hurtado de Mendoza (15 de julio de 1886).
◼ Dispensario El Amparo para niños pobres enfermos y sus familias (1 marzo 1897).
◼ Escuela La Trinidad para niños negros.
◼ Escuela El Gran Cervantes para niños negros.
◼ Escuela El Buen Viaje.
◼ Reforma la Ermita del Buenviaje de los Padres Pasionistas.
◼ Escuela Santa Rosalía.
◼ Casa de Bomberos (1886).
◼ Escuela municipal Concedo (1886).
◼ Cuerpo de Policía de Santa Clara (1886).
◼ Construcción de cuatro lavaderos públicos: La Pastora, El Carmen, del Puente y el Condado. (18 mayo 1887).
◼ Estación meteorológica de Santa Clara, incluyendo todos sus instrumentos y equipamiento técnico (1889).
◼ Planta eléctrica para el alumbrado público de la ciudad de Santa Clara (1 de marzo de 1895).
◼ Estación de Trenes de Santa Clara.
◼ Erección del Puente sobre el Paso del Minero en Santa Clara.
◼ Instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos (1899).
◼ Donación de una bóveda para los pobres en el Cementerio de Santa Clara.
◼ Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní.
◼ Contribuyó a las reformas que se hicieron a las iglesias del Buen Viaje y la de Encrucijada.
◼ Reconstrucción de los hospitales de San Lázaro y San Juan de Dios.
◼ Mecenas de artistas, intelectuales y hombres de ciencia como los doctores Carlos de la Torre (científico), Julio Jover Anido (astrónomo) y Manuel Velasco (médico).
◼ Quince envíos de remesas para la independencia de Cuba equivalentes a más de 240,000 dólares.
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.