“The form is content, the content is form”
Samuel Beckett.
“Creo que el teatro tiene que provocar desazón, irritación, incluso cuestionamiento”.
José Sanchis Sinisterra.
El ambiente cultural de la ciudad de Miami cada día que transcurre va enriqueciéndose con la presentación en sus escenarios de un mayor número de obras de teatro realizadas por el cada vez mayor número de actores y directores hispano-parlantes que llegan a esta urbe. Puestas en escenas de diversos géneros dramáticos son posibles de disfrutar a través de las diversas salas y espacios acondicionados para tal menester, situación esta que aunque no alcanza a satisfacer del todo, indudablemente llena de alegría de igual forma a los miembros del ambiente teatral y aquel público interesado en el disfrute del mismo, que cada día, poco a poco, va en aumento.
Como muestra de lo señalado anteriormente, ha resultado un importante acontecimiento, la presentación en Miami, con carácter de estreno en los Estados Unidos, de la obra del prestigioso dramaturgo español José Sanchis Sinisterra, “El lector por horas”, en una puesta en escena a cargo de Marilyn Romero, que contó con las actuaciones de Ariel Texidó, Anel Perdomo y Andy Barbosa, en una producción de MarGi Happenings, a cargo de Gigi González.
Sanchis Sinisterra es un dramaturgo, pedagogo y director teatral valenciano, nacido en 1940, el cual es considerado como uno de los autores de mayor reconocimiento del teatro de su país, al cual se le tiene como gran renovador de la escena, al proponer la existencia de una naturaleza dual, literaria y escénica, en el texto dramático. Dentro de su abundante obra existe una ruptura entre las fronteras de la teatralidad, donde lo intertextual, la ficcionalidad, la metateatralidad, el cuestionamiento de la historia y de los personajes, entre otro factores van a ser la base sobre la que se construye su teatro.
Un aspecto que toma mucha importancia y que va a marcar su obra, es la transformación de los mecanismos de percepción del individuo sobre hecho teatral, llevando al espectador -o al lector- a que se vea obligado a introducirse en la trama para ir componiéndola, pasando a formar parte de la propia escritura del texto.
Su obra va a cruzar las fronteras entre los géneros dramático y narrativo, por lo que siempre que nos enfrentemos a una de sus obras tendremos al mismo tiempo de tener la sensación, de estar en presencia de la narración de una novela, lo cual hace que la misma pueda ser marcada como demasiado literaria.
Autor de múltiples libros sobre teoría teatral, ha sido además un gran investigador de la obra literaria de autores tan disímiles como Cortázar, Melville, Kafka, así como la de otros dramaturgos tales como Samuel Beckett y Harold Pinter, autores todos que han dejado huellas dentro de sus propias obras.
Su intenso y constante interés por el desarrollo del teatro lo llevó a fundar en 1989 la Sala Beckett, la cual aún se mantiene abierta, así como en el 2010, en la madrileña zona de Lavapiés, ‘La Corsetería’, donde desarrollaba un proyecto de investigación teatral, bajo el nombre de Nuevo Teatro Fronterizo, el que tuvo que ser cerrado por problemas de alquileres, tema que mucho agreden a los espacios dedicados al teatro en cualquier parte del mundo.
Con respecto a la obra de Sances Sinistera que nos provocan estas líneas, la misma fue escrita en 1996, teniendo su estreno en 1999 en el Teatro Nacional de Cataluña, bajo la dirección de José luis García Sánchez y con un elenco integrado por Juan Diego, Clara Sanchis -hija del autor- y Jordi Dauder, viajando tres meses más tarde dicha producción al madrileño Teatro María Guerrero.
Debemos señalar que desde su estreno, esta obra no había vuelto a ponerse en escenarios españoles, hasta el pasado 2023 donde en una producción de la valenciana Sala Beckett en conjunto con el Teatro de La Abadía de Madrid, se presentó bajo la dirección de Carles Alfaro con las actuaciones de Pere Ponce, Pep Cruz y Mar Ulldemolins. Fuera de tierras ibéricas, dicho texto ha llegado a las tablas en México (2001), Argentina (2003), Uruguay (2005) y Reino Unido (2005), entre alguna otra, por lo que se puede apreciar que a pesar de ser considerada una de las más importantes piezas de dicho autor, su difícil y sorprendente concepción dramatúrgica, no la convierten en un material muy buscado por los directores teatrales, hecho que para nada resta valor e importancia a la misma.
Fue precisamente en esta reciente puesta madrileña de Teatro de la Abadía, que Marilyn Romero tuvo su primer enfrentamiento con dicha obra, lo que la llevó, según sus propias palabras, a buscar el texto, encontrando el mismo en una de las muchas librerías existentes en esa ciudad -hasta se puede encontrar alguna solo dedicada a libros sobre y de teatro- entregándose a una rápida lectura del mismo, lo que al final la condujo a tomar la decisión de montar dicha obra para el público de Miami, hecho que se hizo realidad los pasados días 18, 19 y 20 del presente mes de abril.
Dicha puesta tuvo como escenario el Black Box del Teatro Manuel Artimes, espacio en el que se han venido presentándose las recientes producciones de MarGi Happenings, lugar que debiera ser aprovechado igualmente por otros directores de la ciudad, para presentar sus obras, ya que permite la cercanía apropiada actor-espectador.
La directora, en su propuesta, respetó las diez y siete escenas en que se encuentra dividida la obra, aunque atrevidamente eliminó el intermedio que divide los dos actos de la misma, asumiéndola de manera continua en sus dos horas de duración.
Esta obra, carente de algún tipo de acción que haga marchar la historia hacia adelante, se sostiene casi de forma única sobre el trabajo de los actores. El interés por conocer el desarrollo y final de la trama, obliga a quien la ve, a tratar de armar el rompecabezas que forman cada una de las escenas, las cuales no tendrán relación una con la otra, convirtiéndose en núcleos dramáticos compuestos por una introducción, un nudo y su desenlace propio, que en el caso de este último queda siempre pendiente.
De lo anterior se desprende que el desempeño de los actores escogidos por Romero para enfrentar este trabajo haya sido la columna vertebral de la puesta.
Actor con una larga trayectoria sobre nuestras tablas, Ariel Texidó, quien ha trabajado bajo la tutela de diversos directores, asume el personaje de Celso, con la astucia de una madurez que le ha ofrecido su constante bregar por los escenarios, incorporando el mismo con un perfecto control de las emociones. De igual forma su proyección vocal, como ya es costumbre, resulta clara y llena de matices fácilmente perceptibles. Su trabajo sin duda es austero, fuerte, agarrando la esencia de su personaje inequívocamente.
Anel Perdomo, constituyó el descubrimiento de la jornada. La joven actriz en su primera aparición ante el público de este país, asumió el difícil rol de la también joven Lorena, con una bien lograda seguridad. Asumir roles que presenten algún tipo de impedimento físico, como resulta ser la ceguera en este caso, es un reto importante a vencer para dar credibilidad al mismo. La actriz logra meterse en la piel de su personaje con serenidad, bordando cada proyección de sus complejos sentimientos. Con la misma mesura desborda tanto su ira como su nostalgia, imprimiendo a su desenvolvimiento escénico el aura de candidez engañosa exacta requerida en su papel. Algo que encontramos que no favorece en su totalidad el trabajo de la actriz, es una determinada modulación en la voz que la aleja de la naturalidad que requiere el texto, proyectando cierta nota de falsedad a su decir.
El tercer actor que formó parte de este elenco fue Andy Barbosa, quien también es conocido en nuestras tablas, debido a sus innumerables y muy buenos trabajos. En esta oportunidad a dicho actor le ha correspondido incorporar el personaje de Ismael, encargado de motivar el desarrollo de los acontecimientos, sobre el que se va a construir el núcleo de la trama. El trabajo de dicho actor, que ha ido creciendo con cada una de sus apariciones, dejando por el camino acertados desempeños, en esta nueva entrega alcanza un muy destacado momento, no frecuente en nuestras tablas. Haciendo derroche de coordinación en el manejo de las diversas y complejas emociones que su papel requiere, encara la psicología del mismo con sobriedad sobre sus acciones, permitiéndole desenvolverse dentro de cada una de ellas con precisión, soltura y sobre todo verdad, logrando una brillante trabajo, en el que cada momento, hasta el de sus silencios, se encuentra trabajado orgánicamente.
Hay que dejar claro, que este texto convoca a un juego inter-actoral, donde cada uno va a depender del resto, pero al mismo tiempo se influyen unos sobre otros, provocando acciones varias que no siempre van a ser lo que se cree y que en esta ocasión, en este difícil juego, los tres actores van a ir incorporándose sin esfuerzo alguno, dejándose llevar por el escurridizo camino que propone el autor.
Aunque el dramaturgo nos pone en presencia de tres personajes, objetivamente pudiéramos a estos agregarle uno más, el cual bajo nuestra mirada va a influir, no sólo en el devenir de la historia, sino de igual manera en la conducta e interacción misma entre aquellos tres primeros. Ese cuarto personaje va a estar representado por los libros, quienes mediante su presencia sobre el escenario y la lectura de los mismos, que a través de toda la obra se realiza, serán los encargados de ir moviendo los acontecimientos, así como de provocar las acciones y reacciones entre los verdaderos personajes de carne y hueso.
Un aspecto dentro de la obra con el que no quedamos completamente complacidos, es en el que tiene que ver con la escenografía, ésta en manos de Pedro Balmaseda y Jorge Noa, artistas ya habituales y con experiencias en esta lides.
La puesta en escena concebida por la directora se mueve dentro de un estatus naturalista, lo que queda demostrado en el vestuario, muebles y objetos utilizados en la misma, por lo que la utilización de otros elementos que en nada se acercan a dicho concepto, rompen con un estilo específico de ambientación, creando una disonancia en el concepto escenográfico.
La utilización de manera simbólica -para señalar la gran cantidad de libros en la estancia donde se desarrolla toda la acción de la obra- de tal enorme número de hojas arrancadas a libros, forrando aquellos elementos agregados a la escenografía, así como a una pared que aparece de fondo -demasiado grande para un espacio escénico a tan corta distancia del público- crea una atmósfera cargante y barroca, introduciendo una tesis simbólica a la decoración que no permite una lectura clara sobre el concepto estilístico de la puesta en escena. Incluso la utilización de proyecciones en determinados instantes no aporta tampoco en lo absoluto al lenguaje de la misma.
Obviando los anteriores detalles, esta representación teatral logra su objetivo, al poner sobre las tablas fundamentalmente un trabajo actoral importante, elemento sobre el que se edifica dicho texto dramático, abriendo al público de esta ciudad la posibilidad de confrontar la dramaturgia de uno de los autores españoles contemporáneos mejor valorados -tal vez demasiado- creador de un estilo muy particular de visionar el teatro.
Aunque sin duda alguna, el teatro de José Sanchiz Sinisterra, es uno con determinadas características que lo aleja en cierta medida del gran público, no por ello deja de resultar necesario que sus obras suban a las tablas –recordemos que el texto dramático sin el escenario no se llega a convertir en teatro- y pueda ser apreciado por aquel que en realidad valora esta gratificante manifestación artística, no sólo para su disfrute, sino asimismo como forma de abrir el pensamiento a estéticas, ideas y maneras de hacer muy diferentes de hacer teatro.
Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, abril 25, 2024.
Fotos/Julio de la Nuez.