“...la trama de Deseo bajo los olmos, recrea con intensa poesía incidentes trágicos de los antiguos mitos griegos...”
Eduard Albee.
“...Deseo bajo los olmos, es un drama que explora de manera profunda y simple la angustia de la desilusión...”
Alfonso Sastre.
“...Deseo bajo los olmos, trata acerca de la fuerza de la naturaleza...”
David Mamet
Como parte de una nueva edición del Queer Showcase Festival, evento organizado en esta ciudad de Miami por Artefactus Cultural Project y encaminado, según su propios presupuestos a “...celebrar la diversidad y promover la expresión artística, invitando al público a reflejar, reconocer y disfrutar de la creatividad de nuestros artistas y escritores de la comunidad LGBTQI...”, dentro del mes que por completo se le dedica a darle visibilidad a dicho grupo de personas en nuestra sociedad, se dedicaron espacios a la literatura, las artes plásticas, la música y el teatro, subiendo a escena una obra, que bajo el escueto título de “Deseo”, llegó dirigida por Erom Jimmy Cuesta, basada esta en “Deseo bajo los olmos” conocida obra del dramaturgo norteamericano, Eugene O’Neill, Premio Nobel de Literatura y ganador en cuatro ocasiones del Premio Pulitzer.
O’Neill, quien no disfrutó de una vida demasiado placentera producto a lamentables situaciones familiares y de salud marcada esta por el alcoholismo, decidió convertirse en escritor de textos teatrales como forma de alivio a dichas circunstancias, logrando el éxito sobre los escenarios de manera inmediata. Dentro de su extensa obra dramática, fue reconocido con el Premio Pulitzer por cuatro de ellas: “Más allá del horizonte” (1920), “Anna Christie” (1922), “Un extraño interludio” (1928) “Largo viaje hacia la noche” (1941), habiendo sido esta estrenada y publicada en 1956 -después de su fallecimiento acaecido en 1953- por su última esposa, desobedeciendo las instrucciones dejadas por el propio escritor de que sus obras no fueran publicadas hasta después de pasados veinticinco años de su muerte.
En el propio 1956 se produce el estreno mundial de esta última obra, el cual tuvo lugar en el teatro Dramaten, en Estocolmo, Suecia, bajo la dirección de Bengt Ekerot; teniendo su estreno en Broadway, a finales del propio año, en el Helen Hayes Theatre, contando con la dirección de José Quintero, producción la cual sería merecedora al siguiente año de un Premio Tony.
La obra dramática de O’Neill que se encuentra permeada de un fuerte realismo, característica iniciada con anterioridad por autores europeos tales como Anton Chejov, Henrik Ibsen o August Strindberg, sin embargo este autor logra construir la misma sobre la base de rasgos muy personales, en los que muestra un mundo patético, de personajes viviendo en la desesperanza y al margen de la sociedad, llegando a hurgar en las vivencias más sórdidas del ser humano.
Entre sus exitosas obras, una de las que ha disfrutado del reconocimiento del público es sin duda alguna “Deseo bajo los olmos”, escrita en 1924, la que ha tenido múltiples puestas en escena alrededor del mundo, habiendo sido incluso llevada al cine en 1958 por el director Delbert Mann, contando en su elenco con la participación de la conocida actriz italiana Sofía Loren.
Aquí, en nuestra ciudad, al parecer dicha obra no había encontrado la posibilidad de subir a los escenarios en producción alguna, ya sea en inglés o en español, por lo que ahora se presentaba esa esperada oportunidad, aunque la misma se anunciaba como una “versión” del título original.
Erom Jimmy, el director al frente de esta propuesta, es conocido en el ámbito teatral como un artista provocador, que trabaja sobre los textos originales, interviniéndolos tanto a través de su re-escritura dramática como escénica, provocando con ello en ocasiones encontradas reacciones entre el público y los especialistas que abogan por el respeto a ultranza de la obra escrita del autor.
En cuanto a la manera de proyectar el trabajo este director, podemos encontrar que el mismo se centra en la realización de una presumible lectura creativa post dramática, en donde la ilusión de lo real sobre el escenario da paso al elemento lúdico, en el cual el artificio y el proceso artístico se muestra como tal, al mismo tiempo que interviene el texto original, reescribiendo partes del mismo e incluyendo nuevos conflictos que establezcan un juego con los presentes en el texto original. Por lo mismo, este creador accede en sus puestas a la utilización de lenguajes que suelen crear diferentes tensiones dramáticas en la escena, alterando con ello incluso la propia escritura..
Para sorpresa de los que presenciamos esta propuesta de “Deseo”, en esta ocasión su director propuso alejarse de la manera en que nos ha tenido acostumbrados al enfrentar su puesta en escena, para entregarnos una propuesta, que obviamente se encuentra fuera de su zona de confort, mostrando con ello su intención de incursionar en otras formas proyección teatral y habla de su interés por ponerse a sí mismo, diferentes retos en su camino como creador.
La concepción que este director trae ahora sobre las tablas, es la de una propuesta de puesta escena ‘naturalista’, donde escenografía y vestuario serán los responsables de definir tal característica, reforzada la misma por el desempeño actoral.
Para lograr su objetivo, el director acude a una concepción naturalista la que para un espacio de las dimensiones que ofrece Artefactus Teatro, su disposición escenográfica resultó sobrecargada producto de una gran cantidad elementos que abigarraban el espacio, obstaculizaban el movimiento de los actores, incluso ensuciando este por momentos. Igualmente el vestuario, que aunque no trataba de fijar una época determinada -sugería la posibilidad de que la acción se desarrollaba entre las décadas de los 40 y los 50 del pasado siglo- no resultó del todo el adecuado, debido a la mezcla de piezas que en nada tenían coherencia unas con otras, amén de complicar la homogeneidad del concepto de vestuario pensado. Con respecto a este último elemento, hay añadir también que la cantidad de veces a que son sometidos los actores a hacer cambios de vestuario resulta innecesario, pudiendo haberse encontrado soluciones más viables para aligerar el trabajo de los mismos y no provocara ‘accidentes’ en escena.
En cuanto al trabajo con el texto dramático, para esta ocasión, el director no introdujo prácticamente cambio alguno en el mismo, respetándolo casi en su totalidad, alejándose de esta manera de su acostumbrado método de trabajo. No obstante no todo fue diferente, ya que el autor se propuso la introducción de un nuevo conflicto al ya existente en el texto, provocado este por el del cambio de identidad de uno de los personajes de la obra, específicamente el del femenino y es en este punto donde se llega a una situación que va actuar en contra del resultado de la puesta en escena en su general.
Para lograr esta nueva propuesta, el director reduce los cinco personajes de la obra original a solo tres: Ephraim Cabot, el padre de familia, hombre mayor y presunto dueño de la granja donde se desarrolla la acción, Eben Cabot, hijo del primero con su segunda esposa y Abbie Putnam, tercera esposa de Ephraim y amante de Eben, descartando así a los dos hijos mayores del primer matrimonio del jefe de familia. Sin embargo es introducido un personaje femenino de carácter simbólico, el cual hará referencia a la muerte, el cual se pasea por la escena en distintos momentos durante el transcurso de la acción, añadiendo de esta manera un carácter alegórico que permea la obra, mediante el tema de la muerte.
Para asumir estos personajes, el director acudió a los actores Christian Ocón (Ephraim), Raydel Casas (Eben), Lola Alejandra Bosch (Abbie) y Ava (la muerte), estando fijado en el elenco el centro de atención en cuanto a la incorporación de nuevos aspectos a la presentación de esta propuesta.
La dificultad con el paso anterior lo encontraremos en la utilización de una actriz transgénero incorporando el rol femenino de la obra, pero no de manera para que incorpore a una mujer, sino manteniendo su identidad trans dentro de la historia, dando esto por resultado que dicha inclusión resultara evidentemente forzada. Lo anterior provoca la creación de conflicto agregado, el cual no va a ser desarrollado como para justificar dicha transgresión dramatúrgica. Si al menos el director hubiera trasladado la acción de la obra a tiempos actuales, tal vulneración en la concepción de dicho personaje, habría producido una mayor justificación en la realización de la misma, tal vez ofreciendo un resultado más acertado y creible.
De otra parte la incorporación de una segunda actriz trans en el rol de la madre muerta del joven Eben, no altera los presupuestos de la obra, quedando únicamente como una muestra participativa de inclusión social, que permitiera la intervención de esta obra en el evento convocado. Pero si la realización de dos escenas simultáneas, donde al mismo tiempo que este simbólico personaje se da un baño, a la vez que se está produciendo otra determinante escena entre los personajes de Abbie y Eben, impide la concentración del espectador sobre lo que sucede en esta última.
Está bien señalar, que la idea de utilizar actores trans en una puesta dramática por vez primera en esta ciudad, da como resultado un aspecto a tomar en cuenta, el que pudiera resultar de interés, siempre y cuando dicha acción se integre orgánicamente al trabajo a realizar, algo que en esta caso lamentablemente no quedara bien definido.
Respecto al desenvolvimiento del elenco seleccionado, en general el mismo no convence, dejando un sabor a trabajo no terminado. Ocón en su incorporación del personaje de Ehraim, resulta una vez más sobreactuado, a la vez que torpe en muchos de sus movimientos durante diferentes momentos de su trabajo en escena. Por su parte, Casas en el rol del joven Eben, careció de organicidad en sus acciones y parlamentos, dejando sin matices su interpretación.
En el caso de Lola, en su primera incursión en los escenarios como actriz -anteriormente, en Cuba, había tenido ya una carrera como actor- no se muestra del todo cómoda ni segura en esta nueva faceta personal sobre las tablas. Con su experiencia anterior centrada en materiales audiovisuales únicamente y no en el teatro, esa falta de trayectoria sobre las tablas resultó muy evidente, mostrando inseguridades en el habla, en la proyección de la voz, en el logro de matices, pero sobre todo en su muy inadecuada proyección corporal, aspectos todos, que se interpusieron en la realización de su personaje, haciendo obvia la falta de preparación para asumir este trabajo..
Desafortunadamente se hace necesario anotar que la idea concebida por el director al proyectar este trabajo, no logra sus objetivos, debido que la introducción del transgenerismo, no contó con la adecuación apropiada, no permitiendo entender con claridad el propósito real al acudir al mismo, pues ni las personas seleccionadas para incorporar dichos personajes estaban preparadas para ello ni el tratamiento y visión de dicha cuestión al ser mostrada sobre el escenario, permiten tener una acertada visión de ella, ni su necesidad artística. En realidad, nos parece que el director no tuvo bien definida la forma de manejar dicha temática, tal vez por no saber como llevarla a cabo con claridad de presupuestos o por temor a las siempre combativas recriminaciones tan prestas a saltar desde cualquier rincón actualmente.
Desafortunadamente esta nueva propuesta de Miami Factory, sirve como muestra del cuidado que se debe tener a la hora de incorporar algún elemento ajeno al texto original, ya sea en cuanto a la dramaturgia, composición escénica o personajes, debido a que esa tan contemporánea y maltratada corriente de introducirse en la obra original en aras de provocar con ello una nueva lectura, en muchas ocasiones, más de lo que en realidad quisiéramos, conlleva a híbridas soluciones que nada tienen que ver con el trabajo del autor, desvirtuando o confundiendo su contenido.
Texto y fotos: Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, junio 14, 2024.