Sí, efectivamente, haciendo honor a su nombre, Dimensions Dance Theatre of Miami, en cada una de sus entregas, “redimensiona” in crescendo la danza moderna y contemporánea y la lleva cada vez más a un nivel superior, algo que el vibrante y extraordinario espectáculo que acabo de ver en la noche del sábado 16 de noviembre, en el Moss Center de South Miami, me ha obligado “literalmente” a pensar y a escribir –es más, a levantarme de mi cama a las 2 y 22 de la madrugada del domingo 17, para empezar, como una compulsión, esta elogiosa y emocionada reseña.
Independientemente del alto grado de virtuosismo de todos sus bailarines, de sus sorprendentes coreografías, vistosos vestuarios y cambiantes fondos de escenario –cosa que abordaré más a fondo (valga la redundancia) más adelante–, DDTM ha roto ese concepto que desde los tiempos de la inefable Isadora Duncan se ha quedado en el imaginario colectivo –sí, en usted, amigo lector y hasta en mí– de que la danza moderna y contemporánea carece de rigor académico, de una sólida base de ballet clásico, y que se trata básicamente de bailarinas descalzas, que con vaporosas túnicas griegas, improvisan pasos de baile en una playa desierta o explanada teatral, sin “la camisa de fuerza” de las zapatillas de punta “antinaturales” y del arsenal técnico clásico que tanto odiaba la Duncan –y cuyo desenfadados y mordaces comentarios al respecto hicieron que la mítica Anna Pávlova la odiara tanto como amaba a sus cisnes.
Y ya que las menciono, no tengo la menor duda de que la “diosa” Anna Pávlova se hubiera sentido muy complacida –y la “sacerdotisa” Duncan muy sacada de onda– si anoche, mediante una ouija imaginaria, yo las hubiera convocado y sentado en la platea del Moss; Anna, porque ahí estuvo “todo”, es decir, jetés, fuetés, piruéts, piqués –y hasta balances– con que ella se convirtió en una leyenda del ballet clásico; e Isadora, porque vería que ninguno de esos pasos “académicos” sobra, sino que, talentosamente “desempolvados” por los excelentes coréografos que mis queridos y admirados Jennifer y Carlitos Guerra se han agenciado para su innovadora, fresca y cautivante compañía, todos son útiles instrumentos para elevar esa danza que ella, indudablemente, revolucionó en su momento, a una categoría de excelencia artística superior, como lo demuestra DDTM en cada una de sus entregas.
Bueno, y metafísicamente hablando, puede que Anna e Isa hasta salieran amigadas del Moss y se fueran a tomar un café cubano a La Carreta, no al europeo Versailles, porque ambas murieron en ese continente, y si van a celebrar su reconciliación, no van a querer recordar el pasado, sino, de ahí, ir a bailar descalzas en las arenas de Miami Beach.
Y ahora, de lo general a lo particular:
El programa comenzó con Chopin Variations / Variaciones de Chopin, coreografiado por Samuel Kurkjian, diseño de luces de Joshua Gumbinner y vestuario por Travis Hatsey, con Emily Bromberg y Maikel Hernández como pareja central, muy bien secundados por Jessica Arechavaleta, Selah Jane Oliver, Amelia Rouff, Paulina Zambrana, Anette Sánchez y Meisy Laffite; en una entrega tan vertiginosa y sincronizada que me pareció más cerca de Mozart que de Chopin.
Emily Bromberg y Maikel Hernández en Chopin Variations / Variaciones de Chopin. Foto: Simon Soong (cortesía de DDTM)
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Chopin Variations / Variaciones de Chopin.
Foto: Baltasar Santiago Martín.
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Foto: Simon Soong (cortesía de DDTM)
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A continuación, Melissa Fernández y Rafael Ruiz del Vizo trajeron a escena Surrender / La entrega, un dueto muy original –premiere de la compañía– , en el que el telón de fondo iba cambiando según las distintas posiciones que la coreografía de Jerry Opdenaker les “obligaba” a adoptar, algo que la pareja asumió como si se tratara de su propio conflicto existencial –y emocional.
Melissa Fernández y Rafael Ruiz del Vizo en Surrender / La entrega. Foto: Baltasar Santiago Martín.
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Melissa Fernández y Rafael Ruiz del Vizo en Surrender / La entrega. Fotos: Simon Soong (cortesía de DDTM)
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Tras una breve pausa, toda la efervescente troupé se apoderó del escenario del Moss para brindar otra premiere: Something to Remember you by / Algo para recordarte, coreografía de Stephanie Martínez y un collage de Bach, Chopin, Mendelssohn y Chaikovski como banda sonora de lujo, iluminados por Joshua Gumbinner y vestidos por Haydé Morales sobre los diseños de Anaya Cullen; coreografía completamente “rompedora” en todos los sentidos, tanto por la inusuales posiciones de los brazos de todos, como por la preponderancia del rol de los cinco hombres en la abigarrada historia que se cuenta, en que el dueto principal es asumido por dos hombres que parecen amarse, por el erotismo de su cuidada interacción escénica.
Foto: Baltasar Santiago Martín.
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Something to Remember you by / Algo para recordarte.
Foto: Simon Soong (cortesía de DDTM)
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Something to Remember you by / Algo para recordarte.
Foto: Baltasar Santiago Martín.
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¿Los nombres de los bailarines? Pues Maikel Hernández, Ariel Morilla, Eric Paz, Rafael Ruiz del Vizo y Taylor Garcés (no se precisa en el programa quiénes fueron los dos que “se fueron a la montaña”, y yo no los puedo identificar todavía), mientras que Jessica Arechavaleta, Selah Jane Oliver, Amelia Rouff, Paulina Zambrana, Emily Bromberg, Anette Sánchez y Meisy Laffite fueron la refrescante contrapartida a los cinco testosterónicos sin camisa, porque en la vida debe haber –y hay, desde los siglos y por los siglos– “de todo como en botica”, pero con total consentimiento y mayoría de edad.
Y después de un adecuado intermedio para comentar todo lo bueno visto, Chloe Freytag, Maikel Hernández, Meisy Laffite, Ariel Morilla, Eric Paz, Rafael Ruiz del Rizo, Paulina Zambrana y Mayrel Martínez, cerraron con broche de talento la función con Imagined Notions / Nociones imaginadas, con coreografía de Yanis Pikieris y música de Karl Jenkis, que me evocó los tiempos pretéritos en que las muchachas en flor –y los muchachos en busca de su fruta– se reunían en grupos aparte para luego aparejarse.
Imagined Notions / Nociones imaginadas.
Foto: Simon Soong (cortesía de DDTM)
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Lo que sí me pareció bastante convencional fue que, si bien cada una de las cuatro parejas fue vestida de un color diferente, no lo fue cada pareja en sí, pero ello no opaca el desempeño de cada una ni de cada quien, en duetos, por separado y en conjunto.
¡Bravísímo, entonces, Dimensions, por “redimensionar” la danza moderna y contemporánea por estos lares, con tanta brillantez neoclásica –que es lo que me faltaba mencionar en esta reseña!
Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Asociación de Cronistas de Espectáculos de Miami
Hialeah, 22 de noviembre de 2024.